dimecres, 30 de maig del 2012

Nadie se fía de nadie


Los problemas de España se resumen en una palabra: desconfianza. Somos un país que inspira recelo y carece de crédito en el exterior. Esa desconfianza explota cuando desde fuera ven que lo que se llamó el milagro económico español (España va bien, ¿lo recuerdan?) era una gran mentira, un edificio con los pies de barro. Se nos dijo que éramos los mejores, el espejo donde mirarse, pero se nos ocultaba que ese crecimiento se apoyaba en bases muy frágiles, en el crédito barato y en la burbuja inmobiliaria, sin que el Gobierno de Aznar, primero, y el de Zapatero, después, aprovecharan aquel tiempo de bonanza para modernizar la economía.
A aquellos años de arrogancia le han sucedido otros de humillación excesiva, como los que vivimos cuando vemos a Rajoy adoptar una actitud mendicante, de pedigüeño, con Alemania en solicitud de la ayuda del Banco Central Europeo. El hombre cree que ya ha hecho todo lo que pedían -la canallada de la reforma laboral y el desmantelamiento del Estado del bienestar-, pero no parece que estas concesiones sean suficientes para los nietos de Hitler. ¿Por qué? Por la desconfianza.
Desde Europa no se fían de las cuentas de nuestros gobiernos, en especial los autonómicos, pero mucho menos de las de los bancos. ¿Cómo se puede invertir en un país en el que un Gobierno que presume de liberal nacionaliza entidades financieras y que deberá poner 23.500 millones de euros para evitar la quiebra de Bankia?
No se fían de nosotros porque les hemos mentido. Lo hizo Zapatero con las cuentas públicas y lo ha hecho también Rajoy, forzado por los embustes de los gobiernos regionales, casi todos del PP. Y nadie puede creer a quien le engaña. Pero esa desconfianza también se da entre nosotros. La crisis ha extendido la sensación de que todos nos engañamos los unos a los otros, en un vano intento de salvarnos a toda costa. El empresario miente al trabajador y éste trata de engañarle en lo posible. El profesional y el autónomo obtienen gran parte de sus ganancias en dinero negro. Hay parados que cobran la prestación y tienen ingresos por su cuenta. Algunos padres disfrazan la realidad para obtener una plaza en el colegio que desean para sus hijos. Los sindicatos pregonan los derechos laborales pero se los recortan a sus empleados. Las patronales, que siempre han presumido de ser autosuficientes, agonizan porque no les llega el dinero público. Podría dar más ejemplos. Mentiras, mentiras, mentiras.
Si quieres saber lo que opina tu semejante, sea el ministro de Economía o tu vecino, piensa justo lo contrario de lo que te está diciendo. Y así no hay país que salga a flote. La confianza, tanto en la vida como en la economía, es indispensable para que las cosas funcionen. Mientras sigamos engañando sobre lo que somos, no habrá piedad para España, por muchas reformas que De Guindos se saque de la chistera cada viernes. De momento estamos condenados, y él lo sabe. 

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