El filósofo José Luis Sampedro ofrece una conferencia magistral sobre su vida y el agotamiento del sistema capitalista, en la Fundación Juan March
PEIO H. RIAÑO MADRID 12/10/2011
El maestro ha vuelto a hablar. Va donde le llaman, lo mismo en la plaza del Dos de Mayo, que en la Fundación Juan March, donde ayer ofreció una conferencia magistral titulada Autobiografía intelectual. Allí, en el centro del imperio cultural del banquero, soltó varias bombas contra la voracidad capitalista. "Los economistas se dividen en dos: los que hacen más ricos a los ricos y los que hacen menos pobres a los pobres. Buena parte de lo que está pasando hoy tienen la culpa los primeros", y el aforo, hasta la bandera, estalla en aplausos. Han dicho de él que como economista tiene un problema: nunca ha sabido hacer dinero, y él confirma que siempre le interesaron más los efectos sociales. Su mujer, Olga Lucas, que condujo el encuentro, apuntó que tiene una "mancha en su currículo": casi todos los ministros de economía de este país han sido alumnos suyos, Boyer, Solchaga, Solbes, Salgado "Hasta el director de El Corte Inglés".
La vida en un suspiro
Antes, a los 30 años de edad, trabajó para un ministro de Comercio en el váter de su despacho, que era "muy amplio". Allí tenía una mesita y con eso le bastaba. De hecho, ha escrito durante toda su vida sobre una tabla roída que apoya sobre los brazos de su butacón. Aquel ministro no quería tenerlo lejos, le consultaba constantemente y un buen día le pasaron una visita a su despacho: Juan March. Le advirtió que no se preocupara, que estar en el cuarto de baño, aunque fuera en su compañía, era "un honor". El humor no le ha abandonado, como tampoco lo ha hecho la lucidez, ni la memoria.
Tras pasar sus recuerdos por la guerra y la posguerra, "mucho más ancha y larga que la guerra"; tras reconocer que él es un inmigrante que pertenece a un país que ya hadesaparecido: España, año 1935, hundida en el fondo del olvido; después de hablar de su paso por el batallón de anarquistas, de los que aprendió un credo claro e imborrable, "Ni Dios, ni amo", y asegurar que a los 9 quería ser jesuita y a los 19 anarquista; de reconocer que por aquel entonces él era más bien de derechas, porque le hablaban de crímenes, él sabía que no habían ganado "los suyos" (también combatió en el bando sublevado cuando Santander cae en sus dominios); tras subrayar con especial cariño el esfuerzo educativo de José Vidal-Beneyto en el proyecto CEISA, que duró apenas tres años porque "tenía un rigor y una fuerza tal que alarmó a las autoridades franquistas". Después de toda una vida abreviada en un suspiro: "Para falangistas y comunistas fui un peligro fusilable", entró a fuego con los problemas que ocupan nuestros días.
Primera mordida: la enseñanza. "Bolonia es el final de la universidad de siempre", lanzó agrio y abatido. "La universidad de siempre era la que se hacía para saber, la que se estudiaba para desprenderse de prejuicios, la que confirmaba que imperaba la razón. Ahora se pretende una universidad para hacer, para ofrecer productividad. Hoy las tres diosas del capitalismo son la productividad, la competitividad y la innovación. La universidad se hizo para pensar. Hoy hablamos de la necesidad de la libertad de expresión, ¿pero qué pensamiento va a usted a expresar? La libertad de pensamiento es esencial para pensar por cuenta propia, para apartarse de un pensamiento dogmático", dijo. A la grada hambrienta de intelectualidad y experiencia tiró otro axioma con ovación: "La sabiduría es el arte de vivir y lo importante es vivir al máximo".
Un futuro oscuro
Segundo mordisco: Europa. Reconoce que ha evolucionado hacia el escepticismo. Vio nacer Europa, en los años cincuenta, con el Benelux, tuvo "entusiasmo europeísta para eliminar a Franco". Recurre a una imagen habitual de quien no quiere atender: "Europa está reunida", dando a entender que no atiende, que comunica. "Europa está hundida y con ella se hunde el capitalismo. No hace nada de lo que tenía que hacer, llevan 50 años tratando de ponerse de acuerdo, pero han fracasado porque el sistema capitalista está agotado. Asistimos a la decadencia de Europa: no se ha unificado, ni se unificará", sentenció el economista.
Antes de acabar quiso aclarar que él como novelista una docena de títulos ha escrito por necesidad. "No sé si bien o mal, pero lo he hecho lo mejor que he podido". Y retomó el último consejo de la tarde: "Nuestro deber y felicidad es llevar la vida al máximo. Para ello necesitamos la libertad, que la vida sea nuestra, que no nos la impongan". Un alegato a la humanidad y a la convivencia. Y recuperó su imagen favorita y más acertada: la libertad es una cometa bien atada, cuando más sujeta más alto vuela.
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