Podemos hartarnos de discutir, pero intuyo que no serviría de nada. A Rajoy le pasa con la palabra “rescate” lo que a Zapatero con la palabra “crisis”. Ambos términos les enfrentan a una verdad palmaria. Quizá matizable, pero evidente. Como evidente es que hay mucha gente molesta con Rajoy en estos momentos. Gente con la sensación de que el líder del Ejecutivo ha hecho lo contrario de aquello que prometió. Gente defraudada, fastidiada, indignada con el presidente.
Pero… ¿qué esperábamos?, me pregunto. Seis motivos explican por qué no deberíamos extrañarnos de la actitud de Rajoy.
1. En España los presidentes mienten en materias graves. Todos lo han hecho: Felipe González con la OTAN, Aznar con la guerra de Irak y Zapatero con la crisis. No mienten, repito, en cuestiones baladíes. Mienten en asuntos importantes. Rajoy sólo sigue una tradición que se está afianzando como uno de los peores defectos de nuestra joven democracia.
2. Engañar sale gratis a los políticos españoles; si acaso, el pueblo lo cobra en elecciones (y no siempre). Hasta el momento de enfrentarse a las urnas, ancha es Castilla. Rajoy tiene tres años para hacernos olvidar sus promesas incumplidas. ¿Y qué hay de los otros poderes, el judicial y el legislativo? Están sometidos al ejecutivo. Ello explica que cueste un mundo provocar una dimisión o llevarlos al banquillo por tomar decisiones que afectan a nuestro bolsillo, nuestra dignidad, nuestra moral, etc, etc, etc.
3. Por desgracia, la sociedad civil en España es bastante condescendiente con sus gobernantes. Reconozcámoslo: a los españoles les gusta parecer rebeldes (pitando el himno, ocupando una plaza, acudiendo a manifas) pero conservan un trasfondo borreguil que hace las delicias de cualquier gobernante. No tenemos agallas ni paciencia para encausar a un presidente que nos lleva a una guerra con motivos falsos o que se muestra convencido del fin del terrorismo un día antes de que ETA vuele la T4. En este sentido, España es un país bastante sumiso ante el poder establecido. Nos parece ridículo que un político yanqui dimita por haberse acostado con su secretaria. Lo que no entendemos es lo que eso demuestra: que un político yanqui no puede hacer lo que da la gana, ni siquiera en su alcoba. El pueblo yanqui no perdona.
4. Rajoy tiene enfrente a una oposición tan pringada como él en sus mismos pecados. El PSOE no posee músculo para hacerle temblar lo más mínimo.
5. Hay una gran verdad, reconocida por todos, que hace más comprensible la mentira: España ha perdido soberanía, por culpa del excesivo endeudamiento. Sinceramente, ¿podía Rajoy actuar de un modo distinto del que lo ha hecho? Decir, por ejemplo, “señores, yo sabía que tenía que hacer recortes, pero estaba convencido de que los mercados se iban a calmar cuando yo ganase las elecciones. Ahora me he dado cuenta de que a los mercados le importa un cuerno la llegada del PP. Lo que quieren es recuperar su pasta y punto. Así que, dado que me habéis elegido por mayoría absoluta y no podemos hacer nada mejor, toca jorobarse. ¿Que no me elegisteis para tanto recorte? Ya lo sé, pero tengo mayoría absoluta y tres años por delante. Si queréis, ya me lo cobraréis en 2015”.
Ningún político puede decir esto, aunque sea verdad. Así que… toca jorobarse.
6. Es verdad, lo admito: se trata de un rescate a la banca, no al país. No es lo mismo quePortugal o Grecia. De acuerdo. Acepto “préstamo” como animal de compañía.
Todo me recuerda a la oración del soltero empedernido: “Oh, Señor, que nunca me case. Si me caso, que no me engañen. Si me engañan, que no lo vea. Si lo veo, que no me entere. Y si me entero… ¡que no me duela!”
Lo malo es que duele. ¡Vaya si duele!
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