dimarts, 26 de juny del 2012

LA GRANDE BOUFFE

Alfonso Durán Pich

Marco Ferreri dirigió en 1973 una gran película con este título (la gran comilona) en la que unos personajes se autodestruyen, en una ceremonia sadomasoquista sin límites. Ferreri quería expresar así, a través de una metáfora, el proceso de autodestrucción de la sociedad de su tiempo.

Ahora, un tercio de siglo después, la “gran comilona” ha cambiado de escenario y se ha trasladado al mundo financiero, donde un grupo de individuos sin escrúpulos se han beneficiado de los recursos de la sociedad, en una explosión de delirio, afanes de grandeza y manipulación de cuentas. Es la lectura orgiástica de unos aprovechados, que han contado con la ayuda de sus colegas y amigos en las instituciones públicas. En un país civilizado, y el Estado Español no lo es, estarían todos en la cárcel.

Y después del estropicio, ahora los contribuyentes, y los hijos de sus hijos, han de pagar la fiesta. Desgranemos un poco la historia y quizá así la comprenderemos mejor.

• Buena parte del sistema bancario español está quebrado y ahora la Eurozona adelanta 100.000 millones de euros (17 billones de las antiguas pesetas) para sanear sus balances. El sistema bancario español es privado, pero se pretende sanear con dinero público. El Estado Español asume solidariamente la responsabilidad de devolver este dinero. El Estado Español es una entelequia; somos los ciudadanos los que tendremos que devolver ese dinero.

• De ese sistema bancario privado, las instituciones en peor estado son las cajas. De éstas, la más afectada es Bankia (que ahora es un banco - Banco Financiero y de Ahorros -), pero que nació de la fusión de siete cajas: Caja Madrid, Bancaja, Caja de Canarias, Caja Rioja, Caja Ávila, Caja Segovia, Caixa Laietana.

• Las cajas de ahorro eran entidades de crédito que operaban como bancos, pero que, al ser fundaciones privadas sin ánimo de lucro, no tenían accionistas ni repartían dividendos. Sus órganos de poder tenían que estar constituidos por representantes económicos y sociales del ámbito local en el que habían nacido, es decir, por miembros de la sociedad civil, destacando entre ellos los representantes de sus depositantes (los que dejaban allí sus ahorros).

• Al no tener que repartir dividendos, las cajas destinaban buena parte de sus resultados a la Obra Social, y el resto a Reservas.

• Tras la Transición, los partidos políticos vieron en la Cajas una gran oportunidad para copar con parte del poder financiero. Así, con absoluto descaro, tomaron puestos en los consejos de administración, nombraron a sus directivos, y empezaron a actuar como banqueros (sin serlo) en su política de activos: compraron acciones en sociedades sin medir el riesgo, se endeudaron en los mercados exteriores, se auto-concedieron créditos, se otorgaron contratos blindados. Para evitar las críticas internas, practicaron una política de remuneración de su personal que no correspondía a su aportación de valor añadido. Era una época en la que trabajar en una Caja de Ahorros era un “chollo”.

• Todo esto se hacía con dinero que no tenía propietario. Nadie se podía quejar. Esta pandilla de sinvergüenzas seguía el principio de que “Qui roba al comú, no roba a ningú”.

• Los reguladores (Banco Central, Ministerio de Economía y Fianzas, Conselleria d’Economia, etc.) practicaban el “laxismo” (la laxitud es una relajación moral) o miraban hacia otro lado.

• Ahora que todo ha reventado (“la grande bouffe”) aparecen los restos esparcidos por todas partes. Y entre esos restos destaca una gran pregunta: ¿Cómo puede ser que unas instituciones para-públicas acordaran firmar “contratos blindados” para repartir grandes sumas entre sus principales directivos? ¿Con qué derecho? ¿Con qué derecho nutrían los consejos de administración con militantes de los partidos ajenos al negocio bancario? ¿Con qué derecho tomaban el dinero de sus depositantes y financiaban aberraciones como Tierra Mítica, el aeropuerto de Ciudad Real o compraban paquetes en sociedades cuestionadas como Iberia, donde Caja Madrid llegó a tener el 23% de sus acciones? ¿Hasta dónde llegaron con los créditos a los promotores inmobiliarios, como es el caso de Martinsa, al que Caja Madrid prestó 1.000 millones de euros lo que no impidió que la empresa acabara yendo a concurso de acreedores? ¿Cómo puede ser que el responsable en Caja Madrid de ese crédito fuera luego fichado por la propia Martinsa y, tras el concurso, regresara a la entidad financiera? Cuando el dinero es privado, los accionistas tienen la palabra. Pero aquí era público. ¿Qué tenía que ver todo esto con la función social de las Cajas? ¿Dónde estaba el Fiscal General del Estado? ¿Dónde está el actual? ¿En Puerto Banús?

• Y entonces vino el invento: hay que reestructurar el sector financiero, hay que” bancarizar” las cajas, hay que aumentar los ratios de solvencia, hay que promover fusiones, hay que buscar dinero en el mercado de capitales. Pero eso sí, antes hemos de repartir las cestas de Navidad.

• Siempre se han repartido cestas, pero vamos sólo a citar las que se repartieron entre entidades cuyos directivos habían llevado a las cajas a la quiebra. Entre indemnizaciones y pensiones tenemos un rosario de directivos: José Luis Méndez (Novacaixagalicia) 16,5 millones; José Luis Pego (Nov.) 18,5; Roberto López Abad (CAM) 5,6; Matías Amat (Bankia) 6,16: Aurelio Izquierdo (Bancaja) 13,8; Ricard Pagès (Caixa Penedés) 11; Gregorio Gorriarán (Nov.) 7; Javier García Paredes (Nov.) 7; Manuel Escribano (Caja Segovia) 6. También se pueden añadir las pensiones vitalicias a Miguel Castillejo (Caja Sur) 250.000 anuales o a María Dolores Amorós (CAM) 369.000, que –caso excepcional- al final ha sido anulada. Quedan pendientes los bonos de 25 millones que reclama el equipo presidido por Miguel Blesa en Caja Madrid. En cuanto a las retribuciones de los consejeros de Bankia en el 2011, las cifras son también espectaculares. Arturo Fernández 260.000, Estanislao Rodríguez 326.000, Mercedes de la Merced 211.000, Carmen Cavero 173.000 (consejeros no ejecutivos, ajenos al sector bancario, pero miembros del PP). Y como aquí hay para todos, tenemos un académico del PSOE (Virgilio Zapatero) con 339.000, Francisco Baquero (de Comisiones Obreras) 260.000 o José Ricardo Martínez (UGT) 181.000 euros. La lista no es exhaustiva, para no aburrir al personal.

• Y ahora volveremos al rescate de 100.000 millones de euros, con el que se pretende rescatar con dinero público (de los contribuyentes) intereses privados. Y eso, ¿por qué? ¿Por qué es “demasiado grande para quebrar”? Una burda mentira. ¿Hay otras opciones? Creemos que sí.

• Como marco de referencia hay que recordar a los desmemoriados que estamos insertos en una economía capitalista, donde impera o debería imperar el concepto de libre empresa. Y en este tipo de economía, una inversión entraña un riesgo. Puedes ganar o perder dinero. En el sector financiero español ocurre lo mismo. Si se pierde dinero se puede acudir al crédito, que va reduciendo el peso de tus Recursos Propios en el balance. Si sigues perdiendo dinero y no pones más de tu bolsillo (recapitalizas), llegará un momento en el que levantarás la mano y solicitarás “concurso de acreedores”. Este es el caso de Banco Financiero y de Ahorros (Bankia), que es quien pretende llevarse el mayor trozo del pastel del rescate.

• Bankia, insistimos, es una empresa privada. Cuando salió a Bolsa, logró captar 3.100 millones de euros. Los que compraron acciones (muchas o pocas) lo hicieron porque así quisieron. Pensaron, lo cual es muy lícito, que hacían una gran operación. Hay otros accionistas en Bankia, como MAPFRE con 280 millones, Banco Santander con 150, Caixabank con 100, Mutua Madrileña con 100, Banco Sabadell con 42 y Banco Popular con 40. ¿A quién hay que rescatar?

• Si la empresa se halla en dificultades y los accionistas creen en ella, lo que tienen que hacer es poner más dinero. Si no creen, que asuman las pérdidas. No hay que confundir el dinero de los depositantes (que hay que proteger, y para eso está el Fondo de Garantía de Depósitos) con el resto de agentes. Las acciones de Bankia no valen nada; los bonistas perderán su inversión, como también los que tengan preferentes o subordinadas. Esto es capitalismo puro y duro, o ¿es que no lo sabían?

• El papel del gobierno, de un gobierno responsable, es ayudar a desmantelar el tinglado. Tutelar el proceso y nada más. Y lo primero que hay que hacer es deslocalizar y llevar cada Caja a su lugar original. Es más fácil desmontar piezas pequeñas que una pieza grande. El sector financiero no contaminado (o menos contaminado) puede adquirir los activos y pasivos de las entidades que deban desaparecer. En una economía de mercado, las cosas funcionan así. El negocio de Lehman Brothers no ha desaparecido; lo que ha desaparecido es la entidad. Tampoco desapareció el negocio de Bear Sterns, ni el de Salomon Brothers.

• Utilizar 100.000 millones de euros para sanear una ruina es un despropósito y una burla a una sociedad que necesita que alguien le ayude a remontar el vuelo. Hay que volver a crecer y a generar trabajo. Hay que volver al consumo y a la inversión. Hay que dar un mensaje de esperanza. Con ese dinero se pueden hacer muchas cosas. ¿Saben nuestros políticos profesionales lo que es “el coste de oportunidad”?

Algunos estamos ya más que hartos de esos “altos funcionarios”, que creen que porque ganaron unas oposiciones en sus años mozos, tienen derecho a todo. Lo único cierto es que han bebido siempre de las arcas públicas y han pervertido la calidad de la política con mayúsculas. ¿Hasta cuándo?

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