diumenge, 5 de febrer del 2012

¿El final de la crisis?

Juan Torres López – Consejo Científico de ATTAC
Entre las mentiras que vienen acompañando al desarrollo de la crisis una de las más oída es que la crisis está ya a punto de finalizar. Lo dicen casi desde el principio, cuando inventaron los “brotes verdes” para hacer creer a la gente que las políticas que estaban aplicando, sobre todo el salvamento de los bancos que la mayoría de la población rechaza, eran eficaces y necesarias para acabar con ella.

A pesar de los intentos de desviar la atención y de confundir, hoy es ya indisimulable que nos volvemos a encontrar en una situación económica y financiera muy difícil, incluso parecida a la del inicio si se tiene en cuenta el extraordinario problema de deuda que se ha generado y que, al menos en Europa, es imposible que se pueda pagar en las condiciones en que quieren imponer los bancos.

Lo que ha ocurrido es bastante simple: unas políticas inadecuadas no solo no nos han podido sacar del problema sino que han creado otros nuevos e incluso quizá más graves.
Tratar de salvar a los bancos a base de darles dinero sin imponerles condiciones y sin procurar que los estados garantizasen el fluido de crédito a las economías productivas ha seguido paralizando la actividad. Solo ha servido, como habíamos advertido muchos economistas, para ampliar el poder de los banqueros y su capacidad para imponer las salidas a la crisis que más les benefician.
Además, la insuficiencia de los planes de estímulo y la imposición de políticas de “austeridad”, que en realidad son de recortes de derechos sociales porque no se está siendo más austero en ayudas a la banca, en gasto militar o en subsidios fiscales al gran capital, han impedido también que el gasto público aúpe a las empresas que crean empleo proporcionándoles gasto y demanda suficientes, de modo que cuanto antes se han llevado a cabo o más drásticas han sido (como en Irlanda, Grecia o Portugal) más duros y negativos han sido sus efectos.
No se puede soslayar esto último porque es importante que la ciudadanía lo sepa: han sido precisamente los países que han aplicado más disciplinadamente las políticas de recorte neoliberales los que se encuentran en peor situación.
De esa manera, pues, ha sido imposible que las economías europeas levanten cabeza, que se recupere el empleo y la actividad. Y eso ha producido un incremento extraordinario de la deuda, como ya es bien sabido.
Como tampoco se ha reformado prácticamente nada de los mercados financieros en donde los capitales campan a sus anchas con plena libertad y en donde predominan los incentivos a la especulación de todo tipo, resulta que la negativa del Banco Central Europeo a financiar la deuda de los gobiernos (hasta muy última hora y en insuficiente cantidad) ha alimentado la compulsiva especulación de los grandes financieros contra los estados. Una actividad que ha aumentando el coste de su financiación y que les ha dado el poder suficiente para imponer las medidas y reformas draconianas que venía buscando desde hace años: reformas laborales, de las pensiones, privatizaciones…..
En ese caldo de cultivo no puede darse solución a la crisis. Esta no solo no terminará pronto sino que, a medida que vayan aplicándose las medidas de estrangulamiento que imponen los bancos y las autoridades europeas, irá a peor. Los datos de final de año dirán si me equivoco o no.
La única opción que realmente nos puede sacar de la crisis es aplicar políticas diferentes a las que la han provocado. Es preciso combatir la desigualdad, reformar la fiscalidad para lograr más ingresos del capital improductivo, controlar los movimientos especulativos de capital, garantizar la financiación pública, fomentar y apoyar a las empresas productivas que crean riqueza y empleo y penalizar a las especulativas… Hasta 115 medidas en esa línea proponemos Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo en nuestro último libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España. No se puede decir, pues, que no haya otro camino. Lo que hace falta es decisión social, firmeza y voluntad política para emprenderlo sabiendo que si no lo hacemos nos dirigimos sin remedio hacia el abismo.


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